Moi Nenquimo
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Hace muchos años empecé a conocer a gente distinta a la que estaba a acostumbrado a tratar, gente con sus propias necesidades y vivencias, gente feliz de lo que es, y mas que nada orgullosa de su forma de vida y de sus costumbres. Tenía treinta y dos años cuando tuve que dejar mi familia, en busca de una forma segura de garantizar un mejor porvenir. Llegué con la esperanza de cumplir nuevos sueños, retos y objetivos; mi nuevo hogar era la salvaje selva ecuatoriana poblada por gente distinta a la que conocía. Personas que tenían menos que muchos pero que enfrentaban la vida con dignidad y felicidad.
Aproximadamente 17 años atrás, me vi en la necesidad de buscar nuevos horizontes, por esto llegué al oriente; en este lugar conocí personas de diferentes etnias. Esta nueva forma de vida me llevo a cambiar la manera de pensar sobre la gente y sus costumbres.
Aceptar y entender que a pesar de que somos diferentes unos de otros, el respeto, amabilidad y comprensión son la base del vivir en armonía.
Mis nuevos amigos eran los indomables Huaoranis; personajes que parecían salidos de fabulas y leyendas contadas por todo el mundo. No son otros que los mismos que causaron la muerte de muchos, misioneros; católicos y evangélicos, petroleros e incluso militares y ahora madereros.